Entrevista a Mónica Cantón de Celis, CEO de Design for Change Global.

Por Beatriz Alonso.

Su primera toma de contacto con la organización fue reveladora: tras ver un video donde peques de tres años identificaban como un problema que las personas adultas les decían “No tiréis la basura al suelo’, sin darse cuenta de que no llegaban a las papeleras en el parque, Mónica preguntó: “¿Qué necesitáis?”. Y empezó su aventura en Design for Change España como coordinadora. Ahora, siete años después, estrena puesto como CEO de Design for Change Global. El anuncio oficial para las Delegaciones de los países que conforman el movimiento se ha hecho en la reunión anual de Design for Change, la Global Partners Meeting (GPM), este mes de diciembre, en Taiwán. Un regalo de Navidad por adelantado.

Pregunta: ¿Cómo ha sido el recorrido desde ese primer contacto con Design for Change (DFC) hasta tu nuevo puesto como CEO de la organización?

Respuesta: Ha sido un camino largo; o no tan largo, más bien como criar a un hijo: hay veces que piensas “esto no va a pasar nunca” o “esto no avanza”, y de repente tiene 18 años y parece que fue ayer cuando tenía dos y estaba enganchado a mis piernas. Esa es mi sensación: era algo que se movía muy lentamente, íbamos empujándolo y sacándolo adelante; y, de repente, lo tenemos. Es grande, funciona, ofrece un montón de opciones y de oportunidades, de posibilidades, con un montón de gente involucrada, porque ha crecido muchísimo.

P: ¿Cómo aplicas la metodología DFC en tu día a día, en casa con tu hijo…?

R: Bueno, a mi hijo le pilló un poco tarde… Me hubiera gustado que sus colegios hubieran hecho DFC, pero no lo conseguí nunca. No teníamos la fuerza suficiente en aquel momento.

La mayor alegría que me llevé con mi hijo, Álvaro, y DFC, fue en uno de los primeros talleres que hicimos en Impact Hub, cuando todavía estábamos en la calle Gobernador. Habíamos convocado a un montón de profesores y estábamos empezando, éramos cinco: Miguel, Natxo, Pedro, Nuria y yo. Necesitábamos a alguien que hiciera las fotos, y se lo pedí a mi hijo, que no tenía más que trece o catorce años. Vino y se puso al tema, pero al cabo de dos horas, cuando vio cómo bullía el Laboratorio y cómo estaba la gente de involucrada, se acercó y me dijo: “Si no te importa, dejo de hacer fotos y voy a participar”. Al final, terminó él facilitando para diez profesores. Según salimos, me preguntó: “Dónde vamos a comprar post-its”. Ese es un buen síntoma. Se enamoró de la metodología desde el primer día.

P: ¿Cómo conseguir que más centros educativos integren DFC, hasta llegar al espíritu de Riverside School [primer colegio I CAN en India]?

R: Riverside es la obra fundamental de Kiran, con un currículum basado en los niños, que consigue sacar lo mejor de ellos. Es el I CAN Mindset [Mentalidad I CAN] en estado puro. El hecho de que hayan sido capaces de extraer y organizar la información necesaria para crear otros centros como Riverside en cualquier país, es espectacular. A finales de agosto se hizo una formación allí, el I CAN School Training [con representantes de DFC de Jordania, USA, Singapur, Israel y España], y ahora hay que ver quién se lanza a crear colegios I CAN con la metodología DFC.

Los niños en Riverside son capaces de las cosas más sorprendentes. Recuerdo la primera vez que fui. Me enseñaron el colegio tres niños, y el más mayor tenía cinco años. Se iban quitando la palabra los unos a los otros, en inglés. Me asombraron.

P: Desde DFC Global, ¿cómo estáis impulsando el I CAN Mindset?

R: DFC Global es una estructura de soporte para los más de 65 países. Con ella, por ejemplo, conseguimos la capacidad necesaria para sacar adelante eventos de tanta envergadura como el Proyecto Yo Puedo en Roma 2019, que no sería posible que fuese organizado por un solo país.

Y más concretamente, para impulsar el I CAN Mindset, vamos a proporcionar formación. Poco a poco, utilizando la metodología DFC, prototiparemos, puliremos y veremos cómo funciona.

P: ¿Cómo es el día a día en DFC Global?

R: Todavía estamos aterrizando. Se trata, en primer lugar, de ir conociendo en profundidad a los partners de todos los países, ver las relaciones que tienen, cómo están funcionando, qué pueden necesitar, dónde podemos apoyar, qué hay que mejorar.

Por otra parte, se nos ha juntado con el Proyecto Yo Puedo; por lo que, además, tenemos que gestionarlo. Llevamos un año ya preparando el evento, y ahora hay que involucrar a toda la comunidad internacional preocupada por los problemas que existen en educación en el mundo entero. Tenemos el lema Better Together grabado en el ADN: estamos llamando a todo el mundo que pueda estar interesado en colaborar.

Y el día a día consiste en gestionar cualquier asunto que pueda suceder en cada país, mantenerles informados… Y trabajar en todos los eventos globales. Tengo un pequeño equipo en India. Hacemos Skype todas las semanas, actualizaciones todos los lunes, y estamos en permanente comunicación por el teléfono. Además, contamos con el comité ejecutivo formado por cinco personas.

P: ¿Cuáles son las prioridades para DFC Global?

R: Conseguir que Design for Change sea una organización internacionalmente conocida y reconocida por la labor que estamos haciendo: dar voz y visibilidad a lo que están haciendo los niños. Ser su altavoz para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Con DFC, los niños se empoderan y cambian lo que está mal de forma activa. Necesitamos que la gente nos apoye.

 A nivel interno, las prioridades son la gestión del conocimiento y la creación de protocolos de actuación que se puedan adaptar al sistema educativo y las idiosincrasias de cada país. Aquí reside uno de los éxitos de Design for Change: su adaptabilidad. DFC Global es el soporte para su enriquecimiento. Vamos a utilizar el conocimiento que tenemos para que donde quiera que surja Design for Change, llegue más fácilmente a cualquier niño. Para eso necesitamos los medios, y conseguirlo es una de las funciones de DFC Global.

P: ¿Cuál es el diferencial de Design for Change?

R: Con esta metodología, los niños de verdad hacen cosas. Me viene a la cabeza un proyecto que me emocionó muchísimo: “Echamos de menos a Ignacio”. Cuando al alumnado de primero de primaria del Colegio Jesús Maestro le preguntaron qué era lo que más les importaba, contestaron que querían volver a ver a su compañero, que se había marchado con su familia a Budapest a causa de la crisis económica. Llevaron a cabo un plan de acción y aprendieron a mandar cartas en la oficina de correos, a hacer Skype… Los proyectos DFC tienen un impacto real.

Además, gracias al componente internacional, se comparten problemas de diferentes países (y cómo los niños los solucionan). Recuerdo, en la celebración internacional de 2014, la Be The Change Celebration, cuando les tocó el turno a las protagonistas del cambio de Benín salir al escenario a mostrar su proyecto: Luchando contra los matrimonios forzados. La adolescente que lo contó había sido víctima de uno. Emprendiendo un proyecto Design for Change, sus compañeros lograron traerla de vuelta y concienciar a la comunidad para terminar con este tipo de violencia. Las niñas del proyecto Representante de la Delegación de España estaban impresionadas por conocer una realidad tan diferente a la suya; y, además, de que ese problema se hubiese solucionado gracias a la misma metodología que ellas habían utilizado en su clase.

Cada vez que se sube un proyecto a la plataforma internacional para participar en el Reto I CAN, no solo se está inspirando al mundo; sino que, además, al ver otros proyectos, nos inspiramos y tomamos conciencia de otras realidades que se pueden cambiar.