Volvemos, café en mano, con la segunda parte de la entrevista a Dani Molina, asesor educativo y de formación del profesorado de la Consejería de Educación en el Centro del Profesorado de Marbella – Coín; encargado, entre otras líneas, de la que concierne a la creatividad.

En esta última parte, la entrevista nos ha llevado más incluso al diálogo, porque como ya comentaba Dani al terminar el último café de la semana pasada: “Haces preguntas muy difíciles” y “estos temas daban para un debate”. Hoy, dedicándole tiempo a la segunda fase de la Metodología DFC, Imagina, donde se da rienda suelta a la creatividad, quizá lleguemos a imaginar nuevas formas de diálogo para seguir profundizando en las claves de la transformación educativa utilizando metodologías de innovación docente.

Por Beatriz Alonso

P: Para retomar la conversación, vamos a empezar hablando sobre metodologías que desarrollan las competencias del alumnado. En este sentido, ¿con qué metodologías se combina mejor Design for Change (DFC)?

R:  Design for Change es muy potente por varias razones. Si nos vamos a ejemplos concretos, por ejemplo, combinándolo con ABP [Aprendizaje Basado en Problemas] consigue ir un paso más allá. ABP es una propuesta para resolver un problema poniendo en práctica habilidades y destrezas previas que tenga el alumnado, con otras que las pueda adquirir en la asignatura. DFC incorpora algo distinto: la Fase Siente, esa conexión con el problema que permite sentirlo.

A veces, cuando se hace ABP en el aula, son propuestas muy forzadas, realmente el alumnado no tiene interés en los temas a tratar; ya sea el espacio, los primitivos o los piratas. Aunque aparentemente tiene ese interés, realmente ha sido conducido por el profesorado. Esto se ve mucho, sobre todo en las primeras etapas educativas. En este sentido, DFC aporta mucho valor porque consigue que sientan el problema o el tema como propio, y por tanto se comprometen con el problema. Esto es un salto brutal porque es cuando se empodera al alumnado que se siente capaz de mejorar su entorno inmediato. Porque cuando se le pregunta a un niño qué problema quiere resolver, normalmente va a decir lo que sabe que se espera de él que diga, “la paz en el mundo”, por ejemplo; y no son problemas que conecten directamente con su realidad.

P: Y una vez que conectan con el problema, llega la hora de idear soluciones, ¿por qué es tan importante prestar atención a desarrollar la creatividad en el aula?

R:  Porque permite imaginar soluciones sin límites, permitiéndote incluso un momento de ‘todo vale’ donde surgen las ideas locas, donde no se pone freno. Luego se filtra y se costumiza, y así se desarrolla el pensamiento creativo. Esta parte de las ‘ideas locas’ de Design for Change es muy potente porque, al no poner cortapisas, puede llevarnos a una serindipia, a una idea muy interesante.

P: Desde ese punto me parece procedente destacar además otra característica importante de la Fase Imagina de Design for Change: la ética, que tiene que estar presente al desarrollar un proyecto, porque no vale hacer cualquier cosa ni a cualquier precio. Una solución diseñada con la Metodología DFC tiene que ser útil para la sociedad y mejorar el entorno. Incorporar la ética desde la práctica es dar un paso más para crear ciudadanía responsable y comprometida.

R:  De hecho, antes cuando me has preguntado por metodologías activas con las que se combina fácilmente DFC, se me quedó pendiente decirte que está entre ABP y Aprendizaje-servicio (que es una especie de ABP que provoca un beneficio social para el entorno y la comunidad). Cuando en medio del proceso, el referente es el alumnado y el profesor acompaña, facilitando los recursos, los espacios y los tiempos para que se desarrollen esos proyectos, surge el empoderamiento del alumnado, y así ocurre en el proceso de aprendizaje con DFC. Al final, podría decir que Design for Change es una metodología entre ABP y Aprendizaje-servicio con compromiso ético y empoderamiento.

P: Entonces, un/a profe que haga ABP o Aprendizaje-servicio en su aula, ¿podría integrar fácilmente DFC? Y yendo un paso más allá, ¿cómo facilitar la integración en las aulas de este tipo de metodologías?

R:  En relación a las dificultades que hay para introducir metodologías innovadoras, que las tenéis vosotros [en DFC España] y las tenemos nosotros [en el Centro del Profesorado], es la resistencia al cambio, porque cuesta. Y la única manera de hacerlo es enviar un mensaje directo y sencillo, junto con la clave para solventar la integración de este tipo de metodologías: la evaluación, que ya lo estuvimos hablando la semana pasada, porque el profesorado, con este tipo de propuestas tan abiertas, piensa “¿y esto cómo lo evalúo?”, porque están acostumbrados a evaluar por contenido, con exámenes, y hay ciertas competencias que les cuesta o que no saben evaluar.

P: Claro, por eso es crucial señalar cuáles son las competencias que se desarrollan con este tipo de metodologías y cómo evaluarlas.

R:  Esto ya es más difícil. Primero tenemos que pensar cómo se trabaja con estas metodologías, como con Design for Change, que se desarrolla constantemente el aprender a aprender, se hace metacognición de los procesos, se verbalizan las dificultades, se ponen sobre la mesa, se vuelve sobre ellas… Está clarísimo cómo se trabaja el aprendizaje cooperativo, el mapa de desempeño de toda la comunicación y la expresión oral, en fin, todas estas competencias está claro que se trabajan con Design for Change.

El problema llega cuando al profesorado en currículum le aparecen una serie de indicadores, que tiene que traducir a actividades concretas. Ese cuadro de relación es el que hay que facilitarle al profesorado, es decir, relacionar propuestas concretas con lo que tienen que evaluar. Y es que las actividades competenciales tienen muchos más indicadores de evaluación que un examen donde se evalúa únicamente el dominio del contenido, por eso es mucho más sencillo de evaluar.

P: Entiendo que, para compensar estas dificultades para el profesorado, el beneficio tiene que ser muy alto, tanto para el alumnado como para ellos y ellas.

R:  Uno de los beneficios directos de utilizar DFC en el aula es la cohesión que genera. Sabemos que los grupos se cohesionan en torno a un objetivo compartido, que en este caso es de creación, de construcción. Tú puedes hacer muchas dinámicas de cohesión, pero realmente lo que hermana a un grupo es el trabajo. Y eso se consigue con DFC.

De manera indirecta, por ejemplo, se puede contar con DFC para mejorar la convivencia de los claustros. Sé que utilizando DFC se genera bienestar. Y es que con DFC, aunque el objetivo sea mejorar el entorno con los proyectos que se llevan a cabo, el tejido social se cohesiona, y eso permanece en el tiempo, es estable, y se puede medir haciendo un sociograma previo y otro posterior, donde se verá reflejado, por ejemplo, cómo han disminuido los conflictos en el aula. Así se valoran los grupos invisibles que existen, las relaciones intergrupales, los tipos de liderazgo, el conocimiento que se transmite el alumnado entre los propios compañeros… Todo eso genera recursos para enfrentar problemas, para prevenir el bullying… En general, para construir un tejido social mucho más estable en los grupos y propicio para desarrollar procesos de aprendizaje.

Además, este trabajo cooperativo no solo desarrolla la solidaridad y la igualdad, sino que mejora el rendimiento individual.

P: Y ya entrando más en detalle, ¿qué aporta DFC al aula? ¿Cómo se consiguen esos cambios de mentalidad?

R:  Sabemos que, con propuestas de este tipo, donde se le da voz al alumnado, se corrigen autoconceptos distorsionados; se aumenta la autoestima, la perspectiva que tienen sobre sí mismos; se mejora el tejido social, como hablábamos. Por otra parte, da mucha tranquilidad al profesorado y a los equipos directivos, cuando inician un proceso de transformación metodológica, intentar sostenerse en un horizonte de evidencias de impacto, que requiere más esfuerzo, pero que no es una pérdida de tiempo, porque es rentable, porque el alumnado mejora en todos los aspectos que acabamos de comentar.

P: ¿Qué necesidades estáis identificando en el ámbito educativo desde el Centro del Profesorado y qué se puede aportar para cubrirlas, con DFC y con otras metodologías?

R:  Ahora mismo las necesidades se concentran en la actualización tecnológica, porque los procesos virtuales se van a quedar. Aparte de eso, las necesidades tradicionales son instrumentales, a desarrollar en tres líneas: competencia matemática, competencia comunicativa y competencia emocional. Además de estas líneas generales, encontramos centros que quieren transitar por líneas de emprendimiento y de liderazgo.

P: Profundizando un poco más, tenemos ejemplos de cómo el profesorado integra DFC en el currículo, ¿cómo podemos conseguir que más profes se lancen?

R:  La conexión curricular es necesaria. Pasó durante años con ABP, que se quedaba en un proyecto anecdótico y divertido, donde los niños se lo pasaban bomba; pero luego llegaba la evaluación y les ponían un examen. Si por un lado va la metodología, que tiene beneficios indirectos que todo el mundo reconoce, que además entusiasma, con la que los chavales aprenden… y por otro lado va la nota; pues cuesta mucho integrar la metodología de una manera estable. Por eso hay que ayudar al profesorado a conectarlo con los indicadores de evaluación de los currículos oficiales.

P: ¿Qué sucede en un niño o niña cuando se da cuenta de que, además del “qué hacer” ha aprendido el “cómo hacerlo”? ¿Cuál es el impacto que tiene en los y las jóvenes aplicar los conocimientos adquiridos en el aula al mundo real para resolver retos? ¿Y si se le suma, como ocurre con DFC, que eligen el problema sobre el que quieren actuar e implementan sus propias ideas para aportar soluciones?

R:  DFC es completamente competencial porque pone en acción todos los recursos que tiene el alumno: recursos personales, contenidos… porque dependiendo de la temática del proyecto se puede introducir desde ciencia hasta robótica, todo cabe.

En los indicadores de John Hattie, de quien hablábamos el otro día, se ve claramente que, después del trabajo colaborativo del profesorado, el segundo indicador de más influencia es la percepción que tiene el alumno sobre sí mismo, es decir, las expectativas que tiene. Se ha visto que los centros educativos que aplican programas que corrigen el autoconcepto distorsionado y mejoran la autoestima del alumnado, tienen un mejor rendimiento académico en todas las áreas, con un impacto de 102, que es un impacto muy alto.

P: Antes hemos nombrado el emprendimiento y, puesto que con DFC se desarrolla emprendimiento social, ¿cómo consideras que se debe acercar el emprendimiento al aula?

R:  A veces la palabra emprendimiento, también la palabra rentabilidad, se asocia mucho a términos mercantiles. Esas connotaciones dentro del mundo educativo pueden causar rechazo. Pero no es real. Los procesos de innovación, de transformación, tienen que ser rentables en el sentido de “poco esfuerzo y buenos resultados”. Estos procesos de cambio tienen que ser sostenible para que no se abandonen. Si se hace una propuesta que, aunque conlleve cierto trabajo de actualización y de formación, va a conseguir muy buen impacto y un alto rendimiento, se tiene que llevar a cabo.

Pasa lo mismo con el termino “emprendimiento”. Ser emprendedor no significa montar una empresa; sino ser proactivo, creativo, resolutivo ante los problemas… ser protagonista, no simplemente un ejecutor disciplinado. Transmitirlo así supone alejarte de esa idea de emprendimiento como “empresa”.

Por eso DFC desarrolla el emprendimiento social, porque el alumnado es consciente de que es protagonista, es parte de la solución aplicando principios éticos, se da cuenta de que su entorno no tiene porqué ser así, se puede cambiar. Por eso es un método sostenible, porque el alumnado se compromete con los problemas. La misma filosofía DFC conecta con el desarrollo sostenible para el planeta por estas razones, y porque fomenta el sentimiento de comunidad: alumnado y profesorado se sienten parte del proceso y construyen una red donde, además de inspirarse, comparten experiencias; formando parte de algo más grande. Así sabes que no estás solo.

P: No quiero terminar esta conversación sin hablar de inteligencias múltiples, porque sé que tienes un Máster en Inteligencias Múltiples e Innovación Educativa por la Universidad de la Florida. Howard Gardner ha destacado de Kiran Bir Sethi su capacidad para simplificar una metodología tan compleja como el Design Thinking y crear Design for Change. ¿Cómo conecta DFC con la teoría de las inteligencias múltiples?

R:  La teoría de las inteligencias múltiples ha sido una oportunidad para la diversidad, para realmente reconocer que el grupo y las fortalezas son diversas. DFC conecta con la filosofía de las inteligencias múltiples sobre todo por esta razón. Y es que, en un proceso de transformación social del entorno, necesitamos a todas las inteligencias. Por eso DFC es tan potente, porque les da valor a todos los talentos por igual.

P: Y, para terminar, aunque podríamos seguir hablando horas, nos gustaría saber qué te sugiere el nuevo lema de Design for Change España: “Revolucionar tu aula es de buena educación”.

R:  Inconformismo, reto ante los problemas, proactividad, no asumir que las cosas son así porque tienen que ser así. Al fin y al cabo, vuestra propuesta es muy profunda, porque en la “revolución” hay componentes de “quiero mejorar”. Tiene que ver con el pensamiento crítico, con cuestionarte, con valorar otras posibilidades, otras opciones… y también está relacionado con la conciencia personal y de grupo para hacer del entorno un sitio mejor.

 

Mil gracias a Dani Molina por habernos dedicado estas dos horas de conversación, de diálogo constructivo, de inspiración para pasar a la acción… ¡Nos vemos la próxima vez en un proceso creativo para generar nuevas propuestas para seguir revolucionando las aulas!