Por Gabriela Cremades, becaria del área de comunicación de DFC España

 

El 2020 ha sido un año de cambios. De un día para otro, y sin apenas darnos cuenta, la palabra “pandemia” tomó las riendas de nuestras vidas. Los inmediatos cierres de locales, las abruptas restricciones de movimiento, y un día a día de cariño y contacto limitado por mascarillas y geles hidroalcohólicos a dos metros de distancia. La llegada del Covid-19 marcó la nueva década en todos los aspectos y la denominada “nueva normalidad” parece que, poco a poco, se va asentando como rutina. Algunos de los cambios principales a los que tuvimos que adaptarnos la gran mayoría de la población fue al paso a la docencia online y al teletrabajo. Esa inmediata realidad que nos vimos obligados a enfrentar cambió el uso que hacíamos de las tecnologías, volviéndonos completamente dependientes de ellas en la actualidad. La transformación repentina de todos los aspectos de nuestro día a día nos ha servido para darnos cuenta de la enorme capacidad de adaptación que tenemos los seres humanos. A pesar de los múltiples obstáculos que crecían a la vez que el virus, conseguimos seguir adelante sacando lo mejor de la situación, y todo esto lo hicimos juntos. El Covid-19 nos ha enseñado la importancia de mantenernos unidos, de tenernos los unos a los otros, y lo esencial que es ese apoyo humano. Nos ha enseñado también a ser más fuertes, a enfrentarnos a problemas que nunca nos hubiéramos planteado y a salir reforzados de situaciones que intentan sacar lo peor de nosotros. Por esta razón, deberíamos estar orgullosos de nuestra evolución durante el último año y visualizar los cambios que surgieron como algo bueno. 

 

Las connotaciones del cambio

El cambio suele ir acompañado de incertidumbre, ya que la zona de confort es un lugar del que se teme salir. El cambio, especialmente aquel que afecta a nuestra rutina y a aquellos elementos que nos dan seguridad, suele asustar, evitando que la gente embarque en ese viaje llamado “progreso”. Hay que entender que el cambio siempre puede conllevar algo bueno, algo nuevo, algo que no conocíamos por nuestra negación a lo diferente. Si no le damos esa oportunidad al cambio, nunca conoceremos todas las oportunidades que tiene la vida preparada para nosotros. El cambio forma parte de un proceso, nos lleva por caminos con regiones lisas y otros con regiones montañosas, con obstáculos a los que nos tenemos que enfrentar y recompensas que eventualmente recibiremos. Este camino nos dota de una inmensidad de experiencias y crecimiento, aportaciones que nos harán ver que ha valido la pena embarcar en el viaje. El problema principal al que nos enfrentamos es el miedo a que las cosas no vuelvan a ser como antes: no llegamos a entender que somos seres cambiantes. Ningún día que vivamos seremos exactamente iguales que el anterior: nuestro cuerpo cambia; nuestras ideas y nuestra percepción del mundo, también. Los eventos que surgen en nuestro día a día, y las interacciones y relaciones con el entorno tienen un efecto en quiénes somos y en la evolución que hacemos como persona. 

 

El cambio en Educación

Siguiendo la misma línea, uno de los cambios que más han marcado nuestra rutina y nuestra formación, tanto reglada como personal, ha sido la transformación del modelo educativo y la forma de impartir la docencia. Culturalmente, teníamos muy interiorizada la importancia de la educación presencial y de contar con un entorno físico donde aprender. Con la llegada de la pandemia, nuestros valores se han visto cuestionados al no tener otra opción que cambiar el formato tradicional de impartir las clases. En mi caso, este cambio surgió rodeado de miedos, incertidumbres y preguntas. En el momento del confinamiento me encontraba en el comienzo del segundo cuatrimestre de mi primer año de universidad. Apenas me había adaptado a la nueva vida universitaria, cuando la rutina que tanto me costó establecer se vió completamente transformada. Encontrarme confinada de la noche a la mañana, alejada de aquellos compañeros que tan importantes habían sido a la hora de integrarme en el nuevo ámbito educacional, y recibiendo clases prácticamente nuevas con profesores desconocidos a través de una pantalla, hizo la situación aún más complicada. A pesar de ser unas semanas, incluso unos meses difíciles, me asombró y me hizo sentir orgullosa la capacidad de adaptación y la evolución que presencié en ese tiempo. El esfuerzo de los profesores por impartir sus clases de la forma más dinámica posible, la cercanía que sentía de mis compañeros a pesar de la lejanía, y el constante afán de mejorar de todo el mundo, me hizo darme cuenta de lo capaces que somos de afrontar el cambio y salir reforzados de situaciones complicadas. 

 

Mi experiencia con el cambio en Design for Change España

La vuelta a las clases este nuevo curso ha puesto a prueba una vez más nuestra capacidad de adaptación, manejando como hemos podido la semipresencialidad, los crecientes contagios y el temor a un virus. Por lo contrario,  también ha abierto muchas puertas y oportunidades. Siempre se ha dicho que se puede sacar algo bueno de lo malo, y empezar las prácticas como becaria en Design for Change España es una de esas oportunidades que me ha traído el cambio. A pesar de no haber tenido la experiencia de hacer las prácticas de forma presencial, formar parte de DFC España durante tres meses de forma virtual me ha hecho aprender mucho más de lo que me habría podido imaginar. La posibilidad de hacer estas prácticas de manera telemática me ha permitido equilibrar mis estudios y complementar mi aprendizaje de una forma que no tenía en mente hace un año. El tiempo que estuve alejada de la universidad de forma presencial me permitió darme cuenta de aquellos puntos claves en el ámbito universitario que quería seguir trabajando, de la importancia de seguir aprendiendo fuera de clase, y de seguir formándome al lado de profesionales en el mundo de la comunicación. A pesar de la distancia, no he sentido en ningún momento que no he aprendido de la misma manera que podría haberlo hecho de forma presencial. El constante apoyo del equipo y el afán de mejorar que irradia la organización me ha llegado a través de cada taller, correo y videollamada: es algo que no cesaré de agradecer. 

 

El cambio nos permite…

Estos últimos meses han sido como una pequeña luz en tanta oscuridad. No solo me llevo una experiencia enriquecedora en el mundo laboral, la cual ha ampliado mi conocimiento del mundo de la comunicación de una manera extraordinaria, si no también una mentalidad diferente a la que tenía cuando comencé en Design for Change. Considero que la Metodología DFC, la cual descubrí en el Taller I CAN 100% virtual, puede ayudar a todo el mundo a tomarse la vida con otra mentalidad. Me llevo esas ganas de cambiar el mundo, esa conciencia de la capacidad que tenemos los seres humanos de aportar nuestro granito de arena desde muy pequeños, y ese espíritu de superación como estilo de vida. Me quedo también con esa ilusión por evolucionar, por compartir mis ideas sin miedo al rechazo y por seguir un proceso para conseguir aquello que me propongo. Por estas razones, considero que la palabra que más se puede destacar del 2020, y personalmente de mi experiencia en Design for Change, es el cambio. El cambio no solo es inevitable, también es esencial. Temer a lo incierto es poner un freno al progreso y limitarnos sobre aquello que podemos conseguir y llegar a ser. El cambio nos permite aprender, crecer, mejorar y evolucionar. Somos cambio y necesitamos cambio.