Finales de agosto. Un verano de desconexión: divertido, apasionante, relajado… Y de repente te das cuenta de que solo queda una semana para volver al cole (si eres docente; si eres papá o mamá, te quedan dos) y empiezas a… ¿Entrar en pánico? ¡Claro que no!

Seguro que este verano también ha sido inspirador, y ya tienes algunas ideas trasteando en la cabeza; quizás este nuevo curso quieras dar un giro a tus clases, enriquecer tu método, conseguir que tu alumnado tenga más autonomía; quizá te has propuesto participar más activamente en la educación de tu peque, implicarte más en actividades culturales y pasar más tiempo en familia… ¿Cómo? Desde Design for Change te traemos algunas sugerencias refrescantes para hacer de este año el mejor de la aventura de ser responsable del aprendizaje de niños, niñas y jóvenes. La educación es tuya ¡evoluciónala!

Somos muchas las personas que hemos crecido en un centro educativo donde se valoraba muy positivamente el hecho de estar en silencio. Parecía la única manera de prestar atención y asimilar conocimientos que luego debíamos plasmar en una retahíla de ejercicios alienantes. En el caso de que se nos permitiese hablar, mejor que fuera para contestar una pregunta o repetir temarios inoculados con calzador. La retroactividad en lugar de la proactividad era la tónica general.

¿Alguna vez has escuchado decir a un niño o niña la triste y demoledora frase: “el cole es como una cárcel”?

Peques de todo el mundo pueden llegar a sentirse encerrados en un sistema educativo que no les permite expresarse y desarrollar su creatividad tanto como necesitarían para llegar a ser las personas autónomas y llenas de recursos que se espera de ellas. Dentro de los sistemas tradicionales, muchos docentes enseñan de la manera en la que aprendieron en su propia piel. Y, a veces, se puede llegar a imponer la máxima: “Tú, calladito, estás más bonito”. Sin embargo, portarse bien no es estar en silencio. Cada ser humano tiene emociones, sentimientos e ideas increíbles que deben ser expresadas para crecer de forma sana y feliz.

El mundo actual cambia muy deprisa y cada peque tiene unas necesidades y unas demandas concretas que satisfacer. Como bien explica la fundadora de Design for Change, Kiran Bir Sethi: “Si nosotros enseñamos siempre a partir de nuestra propia experiencia, y no sobre lo que nuestros hijos van a necesitar, entonces habrá poca probabilidad para el cambio. (…) siempre olvidamos que no solo es el contenido lo que habrá que cambiar, sino que también el usuario del contenido ha cambiado (…) lo más importante es que habrá que pensar en quiénes son los que aprenden y para qué y cómo va a resultarles útil el tiempo pasado en la escuela[1].

Dicho esto, ahora viene la gran pregunta: ¿Cómo lo hago? Todo el mundo sabe que en países como Finlandia el modelo educativo triunfa en los Informes Pisa, gracias a ciertas características como que los docentes son profesionales muy valorados ya que la educación es una profesión con prestigio, fruto de una titulación complicada, exigente y larga, que forma profesionales muy bien preparados y vocacionales. En España, en muchos casos, el equipo educativo se encuentra falto de recursos y desbordado frente a un alumnado demandante de innovación, demasiadas horas lectivas, correcciones de exámenes infinitas y exigencias por todas partes.

¿Y si el día a día pudiese ser más fácil y satisfactorio? El primer paso es conseguir las herramientas. Según avala el informe The Good Project, de Harvard Graduate School of Education, se confirma el impacto de la metodología DFC en el desarrollo de habilidades como la colaboración, el pensamiento creativo, la empatía y la resolución de problemas. La confianza que genera en el alumnado ver aumentadas sus capacidades, repercute directamente en la mejora de sus notas.

Desde Design for Change sabemos que puede llegar a ser una utopía conseguir motivar a otras personas; sin embargo, la motivación se transmite muy fácilmente. Si partimos de la convicción de que “Portarse bien no es estar en silencio”, lo primero que debemos plantear son los porqués y los para qué de la comunicación. En nuestras formaciones, siempre decimos que la metodología DFC prepara las condiciones para que las cosas ocurran… ¿Qué cosas? ¿Es magia? En cierto modo metafórico sí: se trata de la magia de generar conversaciones, para encontrar un foco de acción, que necesita ideas debatidas entre las personas que se encargarán de ejecutar el plan, que irremisiblemente llevará a mejorar el entorno y, sobre todo, a desarrollar sus capacidades. Compartiendo sus ideas y llegando a ponerse de acuerdo, emprendiendo acciones conjuntas y coordinadas, estarán desarrollando empatía, creatividad, pensamiento crítico, trabajo en equipo y liderazgo compartido (competencias muy valoradas en el siglo XXI). De esta forma, se reducen competitividades, discriminaciones y conflictos, ya que el proceso DFC fomenta la escucha tanto entre el grupo como con la persona que facilita la metodología, que pasa a dirigir menos y facilitar más.

¡Déjate sorprender cuando se acabe el preguntar: “¿Puedo?”, y lleguen a afirmar: “¡Yo puedo!”. Asimilar el I Can Mindset garantiza un aprendizaje basado en un proceso ‘Not by chance by Design’, es decir, a través de un programa diseñado a partir de unas actividades y dinámicas de trabajo enfocadas a generar las conversaciones y la cohesión de grupo que desarrolla el potencial tanto individual como colectivo.

Si te atreves, hazlo; si te atreves, DFC.

De esta manera, aplicando la metodología DFC, la educación se personaliza. Al tratarse de un método tan sencillo que hasta peques de tres años pueden utilizarlo, desde los primeros cursos se puede facilitar el apoyo y la integración de quienes tienen necesidades especiales, para evitar que sus dificultades aumenten con los años. Así se pueden minimizar los porcentajes de fracaso escolar. Además, el ritmo de aprendizaje se respeta y el alumnado se siente parte protagonista del proyecto, ya que es libre de dar lo mejor de sí en cada momento. Al tratarse de un proceso abierto y creativo, contamos con experiencias maravillosas de peques y jóvenes faltos de motivación que, en algún momento del proceso, hicieron un clic y se unieron como parte tremendamente activa del proyecto, lo que conllevó una toma de conciencia y el impulso para el desarrollo de sus capacidades.

Como ya habrás deducido, la metodología DFC fomenta la curiosidad y la participación. Siente, imagina, actúa, evolúa y comparte son las fases que desarrollan la capacidad de emprendimiento social, tan valorada actualmente, y que consigue empoderar a los niños, niñas y jóvenes. Llegados a este punto, experimentar y colaborar resultan más atractivos y productivos que memorizar y atender a lecciones magistrales.

Y aún hay más: la metodología DFC puede aplicarse en muchas materias, incluso en la vida diaria. El I Can Mindset es finalmente una filosofía de vida, al integrarla con la intención de mejorar tu entorno, te das la oportunidad de crecer personalmente. Así, el cambio es real. Desde Design for Change sabemos que todos los niños, niñas y jóvenes solo necesitan una oportunidad para cambiar el mundo. Dásela, dátela. 

¿Ya te han entrado ganas de empezar a preparar tus clases incorporando el I CAN Mindset? Entra en nuestra web, descárgate la guía para facilitar proyectos (Toolkit), inspírate viendo los vídeos que hemos seleccionado para ti, utiliza los recursos que tenemos a tu disposición, y consúltanos todo lo que necesites a través de spain@dfcworld.com, será un placer charlar contigo y acompañarte en el proceso. Recuerda: la educación es tuya ¡evoluciónala!

[1] Sethi, Kiran Bir (2017): “Conversando con Kiran BIr Sethi”, en Sonia Cáliz (ed.), Design for Change, Un movimiento educativo para cambiar el mundo, España, SM.